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En septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas traspasaron los muros de las diversas universidades chilenas y allanaron oficinas, destruyeron laboratorios, quemaron libros, detuvieron estudiantes, académicos y administrativos, hombres y mujeres, por ser partidarios o simpatizantes de la Unidad Popular.

La comunidad científica e intelectual sufrió represión, despidos y la paralización de sus investigaciones y desarrollos tecnológicos. Algunos casos terminaron en tortura y desaparición.

La rápida intervención fue declarada por el Decreto Ley N 50 el 2 de octubre de 1973, que establecía que la Junta de Gobierno nombraría a rectores-delegados, militares activos o en retiro para cumplir las funciones plenas de dirección de las diversas instituciones. Así, los rectores fueron removidos de sus cargos, contra su voluntad, y sometidos a diversos destinos.

¿Por qué una revista de carácter científico decidió dar cuenta de esta contingencia política? Nos lo explica Magdalena Skipper, su actual editora general, desde Londres: “Nature se centra en la ciencia, pero ésta no ocurre en el vacío. Por lo tanto, aunque nuestro enfoque sigue siendo la ciencia, debemos hablar cuando se ve desafiada y los propios científicos están bajo amenaza. Lo hemos hecho durante la Segunda Guerra Mundial, en los años 70 y 80 en Chile y más recientemente cuando la pandemia o los problemas climáticos se politizaron”.

Foto: Extraco carta a Revista Nature. 22 de marzo de 1984.

 Academics in Chile 

La primera carta que publicó Nature fue el 29 de marzo de 1974 firmada por Héctor M. Gerschenfeld, un destacado neurocientífico chileno que pidió por primera vez a la comunidad científica internacional, a través de esta tribuna, que abrieran sus laboratorios y dieran posibilidades de pasantías a los investigadores nacionales. Firmaban con él otros jóvenes estudiantes que más tarde se convirtieron en eminencias mundiales. François Jacob (1920-2013), y André Lwoff co-ganadores del Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1965, Jean-Pierre Changeux neurocientífico francés conocido por su trabajo en la bioquímica de las sinapsis neuronales y los receptores neurotransmisores y nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Chile en 2016.

 

Nature vol. 248 p. 376. 29 de marzo 1974.

Estimado señor:

La comunidad científica internacional debe estar consciente de la dramática situación de la comunidad académica chilena. Las autoridades militares que han tomado el poder en todas las universidades chilenas han emitido nuevas reglas que estipulan lo siguiente:

"Cualquier nominación o contrato debe ser considerado estrictamente provisional a partir de ahora. La Comisión Especial (instalada por los rectores militares) propondrá renovaciones o cancelaciones de dichos contratos en cada caso particular. Todos los estudiantes deben solicitar la reinscripción... La Comisión Especial decidirá sobre la oportunidad de aceptar o rechazar dichas solicitudes. Cualquier profesor, empleado administrativo, técnico o estudiante sospechoso por los tribunales civiles o militares será suspendido de inmediato... Cualquiera de ellos que sea condenado será despedido; los estudiantes serán expulsados permanentemente de las universidades. La misma acción se tomará hacia aquellos que hayan respondido a citaciones de los tribunales...

Esta cita proviene de un comunicado oficial emitido por las nuevas autoridades el 28 de septiembre de 1973. Decisiones análogas se han tomado en todas las universidades, incluida la Universidad Católica de Chile. Como consecuencia de esto, muchos profesores o personal académico han perdido sus empleos. En los casos más favorables (como el de profesores en licencia oficial o ausencia en el extranjero), a los científicos "se les ha concedido permiso para presentar su renuncia" (generalmente con efecto retroactivo). Muchos han sido arrestados, bajo cargos arbitrarios o sin cargos, generalmente después de denuncias anónimas de vecinos o colegas. Muchos de ellos todavía están en prisión y una Comisión Internacional de Abogados ha presentado pruebas de muchos casos de tortura física. En La Serena, profesores contra quienes no se pudo encontrar ningún cargo especial han sido ejecutados a pesar de haber sido condenados a penas menores (menos de dos meses de prisión).

Varios otros miembros de la comunidad académica han sido ejecutados sin que se les permita presentar su defensa. En varias universidades, se han desmantelado por completo departamentos como geografía, sociología, economía y biofísica.

Estos hechos deben ser difundidos y los científicos de todo el mundo deben presionar a los gobiernos y organizaciones internacionales para evitar más acciones represivas. Además, hay una necesidad urgente de ayuda para las personas académicas que ya podrían o eventualmente podrán abandonar el país. Tenemos registradas muchas excelentes solicitudes en todos los campos, desde las matemáticas hasta las ciencias sociales.

Todos aquellos que puedan ofrecer espacio de laboratorio y posiciones, incluso de manera temporal, deben ponerse en contacto con el Comité de Asistencia a Científicos Chilenos (CACS), escribiendo a M. lmbert, College de France, 75231 Paris-Cedex 5.

Atentamente,

H. M. Gerschenfeld, Ecole Normale Superieure, París, Francia, F. Gros F. Jacob A. Lwoff, J. P. Changeux, Institut Pasteur, París, Francia MASLE Universidad de Copenhague, Copenhague, Dinamarca, University College, Londres, Reino Unido.

 

// Portada revista Nature vol. 248. Colección Nature Londres.
// Carta publicada en Nature vol. 248, página 376. © 1974 Nature Publishing Group.

 

En la Universidad Técnica del Estado, la gestión del rector delegado, coronel Eugenio Reyes Tastets se extendió entre 1973 y 1980. Realizó las primeras reestructuraciones e intervenciones en la Universidad: nombramiento de nuevas autoridades, revisión de los programas de estudio, eliminación de cursos y carreras y la expulsión de centenares de integrantes de la comunidad universitaria entre estudiantes, funcionarios y académicos.

 

Foto: Rector delegado Eugenio Reyes Tastets firma Convenio UTE-Sercotec, 1974. Archivo Patrimonial Universidad de Santiago.

 

 La carta que puso en duda la intervención militar  

El 5 de julio de 1974 Carlos Eyzaguirre, presidente del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Utah en Salt Lake City y profesor visitante del Departamento de Neurobiología de la Universidad Católica de Chile en Santiago, expresó su interés en la misiva publicada en Nature el 29 de marzo. Para él la realidad que describen los académicos es inexacta

Aquí la traducción de los contenidos centrales.

 

// Portada revista Nature vol. 250. Colección Nature Londres.
// Carta publicada en Nature vol. 250, página 2. © 1974 Nature Publishing Group.
// Carta publicada en Nature vol. 250, página 3. © 1974 Nature Publishing Group.

Nature vol. 250 p. 2-3. 5 de julio 1974.

Comencé mi carrera académica en Chile y me mudé permanentemente a Estados Unidos hace aproximadamente 17 años. Desde entonces, he regresado a Chile muchas veces con fines académicos y he mantenido contactos cercanos con académicos chilenos de manera continua. Actualmente, soy profesor visitante de Neurobiología en la Universidad Católica y he estado en el país desde abril. Por lo tanto, me siento mejor calificado para juzgar la situación actual que los señores que firman la carta a Nature.

El gobierno del Dr. Allende comenzó con grandes esperanzas para los desfavorecidos, que son numerosos en este país. Desafortunadamente, las cosas empeoraron lentamente hasta llegar al caos y la anarquía. Las universidades no fueron inmunes a este proceso de deterioro: los fondos se recortaron drásticamente hasta el punto en que la investigación se detuvo. CONICYT (equivalente al Consejo Nacional de Investigación), que apoyaba activamente la investigación durante la administración anterior de Frei, se convirtió en una agencia de planificación que desarrollaba programas, en su mayoría, motivados políticamente. La Academia de Ciencias del Instituto de Chile quedó prácticamente sin fondos. Había una falta total de disciplina estudiantil, hasta el punto en que era extremadamente difícil llevar a cabo actividades académicas normales.

Nadie niega que ha habido errores, casos de dureza policial y despidos injustos de personas de sus trabajos. Algunas de estas prácticas desagradables, sin embargo, han sido corregidas; el país está nuevamente en funcionamiento con el consiguiente aumento de la productividad, hay más disciplina y las actividades normales se han reanudado. La gente ha cooperado, no necesariamente por miedo, sino porque el golpe tuvo la aceptación de la mayoría de las personas. En un país como este, con una profunda tradición democrática, nadie puede gobernar sin el consentimiento popular. El proceso democrático aún no se ha restablecido. El Congreso y los partidos políticos están en receso y la prensa todavía es bastante cautelosa. Sin embargo, hay esperanza para el futuro y los militares han prometido una democracia plena lo antes posible, cuando sea que eso sea.

Poco después del golpe militar, los rectores de las diferentes universidades fueron despedidos por el gobierno. Fueron reemplazados por oficiales retirados de alto rango de las Fuerzas Armadas. Además, un general del ejército fue nombrado jefe de CONICYT. Estos nombramientos parecen, a primera vista, ir en contra de los procedimientos universitarios tradicionales, al menos en Chile, donde la mayoría de los rectores universitarios han sido académicos. En otros países como Estados Unidos, los rectores universitarios varían desde académicos hasta administradores científicos (como el Dr. Fletcher en la Universidad de Utah y ahora jefe de la NASA) o políticos o generales retirados (Eisenhower en Columbia). Por lo tanto, los nombramientos del almirante Swett como Rector de la Universidad Católica o del general Ruiz en la Universidad de Chile no estarían muy lejos de prácticas que no son desconocidas en Estados Unidos. La diferencia es que tanto el almirante Swett como el general Ruiz fueron nombrados muy poco después del golpe militar en Chile. Curiosamente, el nombramiento del almirante Swett fue confirmado por el cardenal Silva, jefe de la Iglesia Católica y canciller de la Universidad Católica.

Los nuevos rectores universitarios enfrentaron varios problemas: (1) un cuerpo estudiantil indisciplinado cargado de activistas marxistas. Algunos de ellos no eran estudiantes en el sentido tradicional de estar debidamente registrados, asistir a clases, tomar exámenes, etc.; (2) una falta de fondos significativa debido a los recortes presupuestarios y la situación económica del país; (3) la necesidad de restablecer la disciplina y el orden en las universidades después de los disturbios y la falta de control durante el gobierno anterior.

A pesar de estos desafíos, los nuevos rectores trabajaron para reconstruir las universidades y restablecer la normalidad académica. Se implementaron medidas para mejorar la seguridad, se promovió la libertad de expresión y se fomentó la participación estudiantil en la toma de decisiones. Aunque hubo críticas y controversias en torno a estos cambios, se argumentó que eran necesarios para restablecer el orden y garantizar un ambiente propicio para el aprendizaje y la investigación.

 

A pocos meses del del Golpe de Estado, un equipo de la BBC viajó a Chile y parte de su registro fue la situación de las universidades, constatando, por ejemplo, el cierre inmediato de las escuelas de Periodismo y Sociología de la Universidad de Concepción, además de un sistema politizado de admisión.

 

Video: El viaje que hizo la BBC a Chile después del golpe contra Allende | BBC Mundo.

 Letter from Chile 

La arremetida a la misiva del doctor Carlos Eyzaguirre la dio otro doctor, Luis Izquierdo, el 3 de enero de 1975. Para Izquierdo, fundador de la Facultad de Ciencias de la U. de Chile, era un deber presentar la opinión de un científico chileno, testigo de todo el proceso, que trabaja en Chile y con la intención de quedarse.

 

Nature vol. 253 p. 5. 3 de enero 1975.

Dado que no considero que Nature sea el lugar adecuado para un argumento político, solo diré que estoy en total desacuerdo con la interpretación de Eyzaguirre sobre lo que sucedió en Chile. Pero tampoco puedo aceptar sus afirmaciones de hechos. No niego los datos que se refieren a la Universidad Católica, el problema radica en que él quiere hacer creer a otros que el caso de la Universidad Católica es representativo de las universidades chilenas. Sin decirlo explícitamente, Eyzaguirre transmite esa impresión al mezclar datos de significado limitado con una evaluación muy general y, en mi opinión, superficial de la situación chilena antes, durante y después del golpe militar.

Según Eyzaguirre, en la Universidad Católica "solo se removió al 3.25% de los miembros de la facultad después del golpe". La información que he recopilado para la Universidad de Chile muestra que aproximadamente el 30% de los miembros de la facultad y el 11% del personal no académico fueron despedidos después del golpe. La importancia de esta información destaca cuando se considera que la Universidad de Chile tiene el 50% de los estudiantes universitarios en comparación con el 8% matriculado en la Universidad Católica.

No he podido obtener datos confiables sobre la Universidad Técnica Estatal, donde la intervención militar fue más drástica. En cuanto a la Universidad de Concepción (12.3% de la población estudiantil), la información que tengo indica que al menos el 30% de los miembros de la facultad fueron despedidos. Esta cifra también es una estimación justa para la Universidad Austral (2% de la población estudiantil). Se ha afirmado que las ciencias sociales han sido las más afectadas, pero la Universidad Técnica Privada Santa María (3.3% de la población estudiantil) perdió aproximadamente el 25% de sus miembros de la facultad. No tengo información confiable sobre la Universidad Católica de Valparaíso (5.2% de los estudiantes) y la Universidad del norte (4.2% de los estudiantes). 

En resumen, las universidades que tienen el 75.6% de los estudiantes han perdido aproximadamente el 29% de sus miembros de la facultad desde la intervención militar, lo que equivale a aproximadamente 5,000 personas, pero los despidos aún continúan. En cuanto a las universidades de las cuales no tengo datos consistentes (24.4% de la población estudiantil), es probable que el porcentaje de miembros de la facultad despedidos sea aún mayor, considerando que la Universidad Técnica Estatal fue completamente reorganizada y es la segunda universidad más grande de Chile.

Los porcentajes de miembros de la facultad despedidos hasta ahora son estimaciones basadas en diversas fuentes y podrían requerir alguna corrección si se revela información confiable al público. Sin embargo, confío en que mis estimaciones, especialmente las de la Universidad de Chile, resistirían una prueba justa y de todos modos demuestran claramente que la Universidad Católica es un caso excepcional.

En cuanto a cuántos de los 130,000 estudiantes universitarios han perdido sus puestos de trabajo o han sido afectados de alguna manera, no tengo datos precisos. Sin embargo, los despidos y la represión en las universidades han tenido un impacto significativo en la comunidad estudiantil y académica en general. Espero que esta información sea útil para comprender mejor la situación de los científicos chilenos bajo el gobierno militar.

 

// Portada revista Nature vol. 253. Colección Nature Londres.
// Carta publicada en Nature vol. 253, página 5. © 1975 Nature Publishing Group.

 

En la U. de Chile fueron cerrados el Centro de Estudios Socioeconómicos, el de Estudios Estadísticos y Matemática, el Departamento de Historia Económica y Social y una parte del Programa de Enfermeras. En la UC, el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN), el Programa Interdisciplinario de Estudios Sociales, el Departamento de Historia Económica y Social, el Programa de Estudios y Capacitación Laboral y el Centro de Estudios Agrarios (CEA). En la Universidad Técnica del Estado se cerraron el Departamento de Ciencias Sociales, la Escuela de Educación, el Instituto Tecnológico y en la Universidad de Concepción se cerraron Sociología y Periodismo.

Foto: Estudiantes de la UTE en el laboratorio de química. Archivo Patrimonial Universidad de Santiago.

 Scientists in Pinochet’s Chile 

Diez años después de las publicaciones de los franceses y de Eyzaguirre, un grupo de científicos que trabajaba en Chile escribió a la revista para responder una carta escrita por el bioquímico chileno-francés, Simon Litvak. Publicada en 1984, esta  planteaba que la represión en Chile había disminuido.

Escrita por el científico Ramón Latorre, el texto fue corregido por el científico Luis Izquierdo y otros firmantes, entre los que se encontraban Ennio Vivaldi y Manuel Antonio Garretón. “Yo escribí esa carta”, dice Latorre. Simon Litvack –quien falleció– era su amigo, pero no podía no responder sus dichos en un contexto de aclarar lo que en ese momento estaba pasando en la Universidad de Chile y en la Universidad Pública porque la intervención era mucho más brutal que en otras universidades, especialmente en la universidad privada, como la Católica. 

Ennio Vivaldi recuerda que Luis Izquierdo lo invitó a participar en la redacción, porque era una respuesta a un comentario hecho en la revista Nature por el profesor Litvak (quien a su vez hizo una contra respuesta en la misma página): “No podíamos dejar de contestarla”, señala. Según el actual embajador en Italia, era una suerte de versión académica de ese eslogan gubernamental de la época “vamos bien, mañana mejor”; y los firmantes sentían que debían dejar claro al mundo que la universidad seguía intervenida y muy maltratada: “Teníamos que decir, primero, que la situación de derechos humanos no había mejorado en Chile, como lo demostrábamos con datos (nótese que seguía habiendo desapariciones forzadas, tortura y asesinatos que quedarían impunes, y valga como ejemplo trágico, dos años después habría de ocurrir el “Caso Degollados”). Segundo, que no había intención de atenuar la intervención de las universidades, por el contrario, un intento mínimo en este sentido había sido cancelado. Tercero, que el trato que recibían las universidades era extremadamente desigual y Litvak hablaba basándose en aquella que había sido desde el comienzo mucho mejor tratada (por nosotros, autores de la carta, enhorabuena, preferible que traten bien a alguna a que traten mal a todas). Cuarto, dado que estábamos enfrentados a un régimen dictatorial que no nos escuchaba y no nos escucharía, la conciencia que en el exterior se tuviera de lo que realmente estaba ocurriendo en nuestras universidades era muy importante para que en el país esa realidad se asumiera". 

Vivaldi aclara que no cree que Litvak haya tenido conciencia de que su carta apoyaba al régimen y perjudicaba al mundo académico, y es probable que no tuviera una cabal comprensión de las implicancias de su carta. “Y, a propósito, la aversión de la dictadura cívico-militar por la Universidad de Chile (más de sus cívicos que de sus militares) resultaría plenamente justificada, pues esta universidad asumiría institucional y transversalmente, como responsabilidad propia, la causa del retorno a la democracia. Elocuente el titular de un diario de la época con la auto advertencia “Si cae Federici cae Pinochet”, concluye. 

 

// Portada revista Nature vol. 308. Colección Nature Londres.
// Carta publicada en Nature vol. 308, página 310. © 1984 Nature Publishing Group.

Nature vol. 308 p. 310. 22 de marzo 1984.

Sir - Como científicos que trabajamos en Chile, valoramos la preocupación que Nature ha mostrado por la situación de la vida académica bajo el régimen dictatorial de Chile al publicar el comentario de Simon Litvak (Nature 306, 11; 1984). Compartimos la crítica de Litvak sobre la forma en que las universidades chilenas han sido maltratadas en los últimos diez años. Sin embargo, creemos que su artículo no refleja completamente la atmósfera en la que los científicos chilenos han estado viviendo. Litvak afirma que "la represión ha disminuido claramente en los últimos años" y, sobre esta base, dibuja una perspectiva optimista para el futuro de las universidades chilenas. Desafortunadamente, está equivocado. La represión en nuestro país y en sus universidades no ha disminuido, sino que ha aumentado dramáticamente, como se afirma claramente en el Informe de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1983. La Iglesia Católica, a través de su Vicaría de la Solidaridad, y el respetado y políticamente pluralista Comité Chileno de Derechos Humanos coinciden con esta evaluación. Además, la policía continúa brutalizando a los estudiantes, como lo reconoce la prensa oficial, y hay guardias paramilitares en cada puerta de la Academia Superior de Ciencias Pedagógicas, separada de la Universidad de Chile en 1981.

En cuanto a la "mejora adicional" que Litvak ve "en el hecho de que los comités de legislación universitaria ahora están trabajando con una impresionante libertad", podría haber sabido que los participantes fueron elegidos por el gobierno; ahora podemos informarle que el resultado de su trabajo es un proyecto que reduce aún más la escasa autonomía académica de las universidades chilenas. De hecho, incluso las autoridades universitarias, también designadas por el gobierno, se opusieron al proyecto y ha sido archivado. La influyente asociación "Andrés Bello", a la que están afiliados profesores universitarios y profesores despedidos de diferentes universidades chilenas, afirma que "la retirada de este proyecto... no puede... ocultar su generación arbitraria ni los errores conceptuales que contiene". De hecho, la asociación había proporcionado el marco conceptual requerido por la legislación sobre las universidades, pero sus propuestas fueron ignoradas. Otro ejemplo de la falta de diálogo entre las autoridades y las personas universitarias fue la petición pública firmada por cientos de profesores que pedían la democratización de las universidades para detener su progresivo deterioro. Este llamado no ha sido reconocido por el gobierno militar.

Litvak menciona que la Universidad Católica tiene un funcionamiento general deteriorado, lo cual se debe al respeto hacia la Iglesia y a la permanencia de su presidente, un almirante retirado. Sin embargo, no menciona que el Cardenal Raúl Silva tuvo que renunciar a su cargo de canciller en favor de un vicerrector que era menos vocal en cuanto a los derechos humanos. Tampoco menciona que algunos profesores influyentes de la Universidad Católica han contribuido a la ideología del régimen militar y, en particular, a sus políticas económicas. Por estas razones, la Universidad Católica es un caso especial y difiere de otras universidades chilenas.

Por ejemplo, la Universidad de Chile, que sigue siendo la más importante, ha sufrido ataques constantes desde su intervención hace más de una década. Ha sido desmembrada, pasando de ser una universidad nacional a una local. Por motivos políticos o ideológicos, muchos académicos, estudiantes y personal administrativo han sido perseguidos. El presupuesto universitario ha sufrido reducciones sistemáticas. La situación actual es tal que las unidades académicas que conforman la Universidad de Chile reciben menos de la mitad de los fondos que recibían en 1973.

No podemos ser optimistas mientras las universidades sigan bajo el gobierno militar directo. Es difícil prever la revitalización de nuestras universidades en la atmósfera general en la que se ha desarrollado la vida académica en Chile en los últimos diez años. Esperamos que estos asuntos sean motivo de preocupación para científicos e intelectuales en todas partes. Es posible que sea imposible cuantificar el impacto devastador de la toma de control de una democracia por parte de una dictadura en la vida académica, pero debe tenerse en cuenta por cualquier persona que contemple el futuro de su propio país o el destino de sociedades geográficamente distantes.

Patricio Cordero, Manuel Antonio Garretón, Humberto Giannini, Alejandro Goic, Luis Izquierdo, Ramón Latorre, José Minguell, Tito Ureta, Francisco F. Varela y Ennio A. Vivaldi.

 

 

“Estábamos en una sala de profesores y llegó un caballero de la Aviación y nos dijo que nos pusiéramos con las manos en alto por dos horas. Puso su tremenda metralleta encima del escritorio y nos dijo: “Esto es lo que manda ahora”. En ese instante la mitad de los que estábamos ahí supimos que no había más que hacer en el país”. Ramón Latorre, Premio Nacional de Ciencias Naturales 2002.

 

Foto: Prisioneros en el Estadio Nacional. Septiembre 1973. David Burnett.

 Simon Litvak reacciona 

En la misma página de la revista, los editores publicaron la reacción del bioquímico, Simon Litvak quien respondió a sus colegas argumentando que negar cierto grado de mejora en los últimos años de la dictadura es un acto de mala fe.

 

Nature vol. 308 p. 310. 22 de marzo 1984.

Sir:

Es muy triste que lo único que mis colegas parecen haber registrado es el optimismo moderado que utilicé para analizar la situación actual y la evolución en las universidades chilenas. Mi objetivo principal era transmitir el sentido de perversidad intrínseca que siempre he sentido sobre la intervención militar en las universidades chilenas. Escribí el artículo durante una estadía de 2 meses en Chile el año pasado, después de reunirme con muchos colegas y leer una cantidad considerable de material sobre la situación en ese país en los últimos años. Habiendo vivido en Chile durante treinta años, visitado el país cada año durante los últimos 6 años y vivido allí recientemente durante todo un año (1980-81), creo que tengo el derecho de dar una visión personal de la situación en ese país. Como escribí en mi artículo, la situación a mediados de 1983 era bastante favorable para una evolución positiva, ya que el gobierno se encontraba en una posición defensiva debido principalmente a la mala situación económica y las exitosas manifestaciones organizadas por las fuerzas de oposición. Desafortunadamente, el fracaso de una reunión crucial en septiembre pasado fortaleció al gobierno de Pinochet. Como resultado, se cambió al Ministro de Educación. Mientras la anterior titular estuvo a cargo de las universidades, se observó cierto grado de desmilitarización de estas instituciones, pero es obvio que el "lobby militar" en las universidades chilenas había reunido suficiente fuerza para persuadir a Pinochet de destituirla. Es cierto que aquellos involucrados en la formulación de una nueva ley universitaria fueron nombrados por funcionarios del gobierno, pero reafirmo mi afirmación anterior de que algunos de los participantes nombrados eran conocidos por sus puntos de vista disidentes y que el ambiente general de esas discusiones fue más democrático de lo esperado. El nombramiento de un nuevo Ministro de Educación coincidió con el abandono de estos comités, como se indica en la carta del profesor Latorre y otros. Todos estos eventos desafortunados, que han frenado el proceso de desmilitarización en las universidades chilenas, ocurrieron mientras mi comentario ya estaba en prensa con Nature.

La situación de los derechos humanos en Chile está lejos de ser aceptable, pero negar cierto grado de mejora en los últimos años es un acto de maniqueísmo o mala fe. La posibilidad de viajar al extranjero sin restricciones y la capacidad de publicar puntos de vista disidentes en varias publicaciones nacionales o internacionales no son disfrutadas por los intelectuales de otros estados dictatoriales.

Finalmente, me gustaría saludar el coraje de mis distinguidos colegas al firmar esta carta. Si la represión en Chile es tan severa como ellos afirman, deberíamos esperar una reacción brutal por parte de las autoridades chilenas. Esperemos que yo tenga razón y que ellos puedan continuar desempeñando un papel crucial en la formación de una generación que asumirá, como esperamos profundamente, la plena democratización del país.

Simon Litvak 

Institut Biochimie Cellulaire, Institut Neurochimie du CNRS, 1 Rue Camille Saint Saens, 33077 Bordeaux Cedex, France

// Carta publicada en Nature vol. 308, página 310. © 1984 Nature Publishing Group.

// "(En el gobierno de Salvador Allende) la vida universitaria desvirtuó sus fines y el espíritu académico se asfixió tras la violencia y el odio", afirmaba el documental de Hernán Garrido sobre la visita de Augusto Pinochet al campus de la Universidad Técnica del Estado en 1975. "La preocupación de las nuevas autoridades de gobierno por el desarrollo de las actividades académicas se ha manifestado en una toma de contacto directo con la universidad". En la visita se inaugura el Centro de Computación y el Centro de Salud de esta casa de estudios. Documental realizado por Hernán Garrido en 1975.